lunes, 3 de febrero de 2014

EL DESEO DE CORAZÓN


EL DESEO DE CORAZÓN

  Fotografía: Alumno Curso de Formación para    ministros de música 67 años.

“Enséñanos buen Señor, a servirte como mereces, a dar sin contar el costo, a luchar sin contar las heridas y a no buscar descanso, a laborar sin pedir recompensa excepto saber qué hacemos tu voluntad.” San Ignacio de Loyola

La primera etapa de este llamado es sin duda un deseo que nace desde lo profundo de nuestro corazón, es una fuerza, una voz que nos hace un nudo en la garganta y nos incita hacer algo por el otro, es la misericordia de Dios que nos llena y nos impulsa a servir.
Este deseo es puro, transparente, no espera nada a cambio, es completamente desinteresado, es el Espíritu de Dios quien lo inspira; no se trata de un simple impulso filantrópico; o sea querer hacer obras sociales sin un sentido puramente misericordioso, recordemos que muchos realizan obras de caridad con fines proselitistas, políticos, de imagen etc. Este deseo de servir es muy diferente al simple sentido de servicio humano, este deseo se apodera de nuestro ser y no nos deja libres hasta que se vea realizado. Sin embargo es usual que muchos hermanos se quedan en esta primera etapa, aunque sienten el deseo profundo del corazón no lo llevan a su desarrollo, lo ocultan con ocupaciones de la vida, y con excusas “no tengo tiempo”, “esto no es para mí”, “en otro momento”, “estoy muy joven”, “estoy muy viejo”, etc.
Si discernimos la frase de San Ignacio de Loyola llegamos a 3 puntos claves característicos del deseo de servir de corazón:
·      Enséñanos buen Señor, a servirte como mereces, a dar sin contar el costo.
El deseo de servir de corazón, es querer agradar al Señor con nuestro hacer, y es desinteresado como mencionamos anteriormente, este deseo es abierto a la formación de Dios, por eso cita San Ignasio “Enséñanos” como quien dice, fórmanos, muéstranos, instrúyenos en este deseo que sentimos en nuestro corazón para que lo que hagamos te agrade y de fruto.
·      A dar sin contar el costo, a luchar sin contar las heridas y a no buscar descanso.
El deseo puro de servir de corazón no es realizando un negocio con el Señor, “si yo hago esto, me das esto” por ejemplo. Este deseo no mide los riesgos ni las adversidades que se puedan presentar, es un deseo valiente e incondicional.


·      A laborar sin pedir recompensa excepto saber qué hacemos tu voluntad.
El mayor regocijo de quien desea de corazón servir al Señor es hacer su voluntad, no recibir estatuillas, reconocimientos humanos que solo nos alejan del verdadero propósito de este llamado: alcanzar la Santidad.

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