“Enséñanos
buen Señor, a servirte como mereces, a dar sin contar el costo, a luchar sin
contar las heridas y a no buscar descanso, a laborar sin pedir recompensa
excepto saber qué hacemos tu voluntad.” San Ignacio de Loyola
La primera etapa de este llamado es sin duda un deseo que nace desde lo
profundo de nuestro corazón, es una fuerza, una voz que nos hace un nudo en la
garganta y nos incita hacer algo por el otro, es la misericordia de Dios que nos
llena y nos impulsa a servir.
Este deseo es puro, transparente, no espera nada a cambio, es
completamente desinteresado, es el Espíritu de Dios quien lo inspira; no se
trata de un simple impulso filantrópico; o sea querer hacer obras sociales sin
un sentido puramente misericordioso, recordemos que muchos realizan obras de
caridad con fines proselitistas, políticos, de imagen etc. Este deseo de servir
es muy diferente al simple sentido de servicio humano, este deseo se apodera de
nuestro ser y no nos deja libres hasta que se vea realizado. Sin embargo es
usual que muchos hermanos se quedan en esta primera etapa, aunque sienten el
deseo profundo del corazón no lo llevan a su desarrollo, lo ocultan con
ocupaciones de la vida, y con excusas “no tengo tiempo”, “esto no es para mí”,
“en otro momento”, “estoy muy joven”, “estoy muy viejo”, etc.
Si discernimos la frase de San Ignacio de Loyola llegamos a 3 puntos
claves característicos del deseo de servir de corazón:
· Enséñanos buen Señor, a servirte como mereces, a dar sin contar el
costo.
El deseo de servir de corazón, es querer agradar al Señor con nuestro
hacer, y es desinteresado como mencionamos anteriormente, este deseo es abierto
a la formación de Dios, por eso cita San Ignasio “Enséñanos” como quien dice,
fórmanos, muéstranos, instrúyenos en este deseo que sentimos en nuestro
corazón para que lo que hagamos te agrade y de fruto.
· A dar sin contar el costo, a luchar sin contar las heridas y a no buscar
descanso.
El deseo puro de servir de corazón no es
realizando un negocio con el Señor, “si yo hago esto, me das esto” por ejemplo.
Este deseo no mide los riesgos ni las adversidades que se puedan presentar, es un
deseo valiente e incondicional.
· A laborar sin pedir recompensa excepto saber qué hacemos tu voluntad.
El mayor regocijo de quien desea de corazón servir al Señor es hacer
su voluntad, no recibir estatuillas, reconocimientos humanos que solo nos
alejan del verdadero propósito de este llamado: alcanzar la Santidad.
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